El atardecer dejó paso a la oscuridad, la única luz existente
procedía de las estrellas. El silencio de la noche se interrumpió por el galope
de dos jinetes que se dirigieron al bosque, uno de ellos llevaba en su brazo
una criatura destinada a ser abandonada por ser fruto del amor entre un caballero y
una princesa. Los llantos fueron insuficientes para ablandar el corazón de ese
par de infelices que se limitaban a seguir órdenes, pues regresaron con las
manos vacías al castillo.
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